"Del suelo broté saludando a la tierra con tal grito, que nunca se había oído a un hombre que había muerto y vive de nuevo. Abracé los troncos de los árboles enloquecido como un auténtico poseso, levanté mis trémulos brazos hacia lo alto...y mi risa se proyectó hacia los cielos".(Edna St. Vincent Millay).

domingo, 20 de mayo de 2012

Dia 8 de mayo de 2.012-Mérida-Casar de Cáceres (texto)

Para contextualizar adecuadamente el inicio de éste peregrinación, no tengo más remedio que remontarme al jueves día 5 de mayo. Al final del día, la bicicleta no ha llegado a su destino. La envié el lunes y pese a la fiesta del 1 de mayo, ya debería haber llegado. Indago y resulta que el repartidor en Córdoba no ha sido capaz de encontrar el lugar de entrega. Tras varias gestiones, consigo aclarar el tema de la dirección y hay un firme compromiso por la empresa de transporte de entregarla el viernes. El viernes me llama mi cuñado diciendo que ya ha llegado pero que el manillar sobresale por un lateral. Alucino. No quiero adelantar acontecimientos porque pero me parece rarísimo que el manillar haya sido capaz de agujerear la caja. Así la habrán tratado. Hay que olvidarse del tema, mañana vuelo a Alicante para un ágape por todo lo alto. Resulta que no hay sitio en el coche para llevarme a Córdoba. A las 19:00, con el estómago lleno y sin haberme podido tomar una jodida caña, de vuelta al aeropuerto de Alicante para recoger un coche alquilado que mi media naranja me ha gestionado con puntos de no se donde y que tengo que entregar en 24 horas en Córdoba. Domingo de pipiripingo. He dormido inquieto. Me despido de la familia (en especial de mi esposa y mis dos joyitas) que son chiquicientos, que se toman el tema con tranquilidad, y yo me abro para Córdoba. Quiero aprovechar algo el tiempo para ver a mis padres, descansar y recoger la bicicleta y ver que todo está en orden. La bici está bien. Lo que había atravesado la caja era el eje de la rueda. Ya me extrañaba a mí que el manillar fuera capaz de agujerear la caja. La monto, le paso los bártulos a un sobrino mío que me acompaña, me pongo los zapatos con calas y pitando para casa pedaleando. Fin de domingo. He dormido regular, me encuentro muy inquieto y para calmarme me voy a dar un paseo para comprar unos plátanos, barritas e isotónica. Así no me complico la vida teniendo que avituallarme en Mérida. A las 17:00 me recoge Javier con un colega que nos acercará hasta Mérida. Las bicis ya están cargadas en la furgoneta y tardamos dos horas y media para llegar. Al llegar empieza a llover. Empezamos bien. He escogido un hostal próximo a la avda. del Lago que nos lanza al Camino sin tener que atravesar la ciudad. Nos damos un paseo por la zona, Javi se toma un bocata de jamón y a mí que no me entra nada. Tengo el estómago encogido y me siento algo aturdido. Supongo que tanto viajecito y cambios en tan poco tiempo, aparte de los nervios propios del inicio de la aventura, me ha taponado el cuerpo por todos los sitios. Igual me pasó en el Francés y en el del Norte pero soy consciente de que cuando empiece el baile, me iré “destaponando” poco a poco. Fin de día. Mañana empieza lo bueno. Duermo mal e inquieto, por tercera noche consecutiva. Montamos las bicis, conecto el GPS y pedaleando que es gerundio. En poco tiempo ya estamos en el embalse de Proserpina. Me he decidido por culotte largo. Hace fresco. A los dos parece que se nos hubiera comido la lengua el gato. Amenaza lluvia pero no parece que termine de arrancar. Nos cruzamos con algunos peregrinos de a pie. Llevo pulsómetro y me intriga que tenga las pulsaciones tan altas cuando el esfuerzo es bastante moderado. De hecho, será la tónica de ésta etapa y se lo achaco a los nervios y a los viajecitos de los días anteriores. Nos entretenemos en ir franqueando los charcos y las zonas embarradas aunque esta será lo habitual a lo largo de toda la peregrinación. Acumulamos algo de barro pero no en exceso. Vamos devorando kilómetros entre chaparros y dehesas extremeñas. Atravesamos El Carrascalejo, Aljucén y dejando a nuestra derecha Alcuescar, seguimos hacia Casas de Don Antonio en donde tras atravesar el puente sobre el río Ayuela, nos interesamos por algún bar abierto. Un lugareño nos indica que es necesario meterse en el pueblo con lo que al final decidimos proseguir. A partir de ahora el Camino discurre próximo a la N-630 por la vía pecuaria. Hasta pasado un buen rato, no nos percatamos del significado de las constantes indicaciones de V.P. Más adelante se deja a la derecha Aldea del Cano, se atraviesa Valdesalor, desde donde el Camino va totalmente paralelo a la nacional dejándolo a la izquierda. Más adelante, próximo al Puerto de las Camellas, será preciso atravesar de nuevo la carretera por debajo de un puente. Aquí dudamos. Tras avanzar alrededor de 200 metros hacia el Puerto, el track parece dar un requiebro dirigiéndonos hacia una hondonada a nuestra izquierda. Volvemos sobre nuestros pasos…La lógica nos dice que lo correcto es lo primero y, efectivamente, al poco de coronar el Puerto, vuelve a enlazarse con el track. Se avista Cáceres y nos dirigimos a la Plaza Mayor. Nos sentamos tranquilamente a tomar algo bajo un brillante sol que ha ido ganando terreno a lo largo de la jornada. Hay que decidir donde pernoctamos. La idea de quedarnos en Cáceres es muy atractiva pero nos encontramos bien físicamente y soy consciente de lo importante que puede ser aprovechar esas fuerzas para ganarle terreno al plan previo, dándonos holgura para etapas futuras. Además, los dos conocemos la ciudad con lo que queda desechado cualquier atisbo de remordimiento. Tranquilamente, llamo al Hostal Las Encinas que me consta que existe en Casar. Una voz cansina me confirma que hay plazas con lo que decidimos seguir adelante. Cubrimos los alrededor de 10 kilómetros que nos llevan a Casar de Cáceres. Ya tenemos ganas de llegar, comer algo, ducharnos y echar una cabezada. Al llegar a Casar, preguntamos por el hostal y no cae cómo un jarro de agua fría cuando nos dice que se encuentra a 4 Km. del pueblo y que está sito en un polígono. Pero lo más anecdótico es que el parroquiano nos comenta: “Creo que está cerrado porque hoy mismo ha fallecido el dueño”; y no existe otro sitio para hospedarse en el pueblo. Le comento a Javi: “Joder, con razón tenía esa voz de penita por teléfono” ;nos parece surrealista que en el tiempo transcurrido entre la llamada de teléfono en Cáceres y nuestra llegada a Casar, el pobre dueño la hubiera diñado. Nos dirigimos escopetados al mencionado hostal. Javier está loco por llegar y pone el turbo (juventud, divino tesoro). A mi los últimos 4 Km. se me hacen eternos. El Restaurante-bar ¡¡¡ está cerrado por defunción!!! Al final, escudriñando entre las ventanas, sale un hombre para atendernos que nos confirma lo del dueño pero ha sido por la mañana y que él es un empleado y que el chiringuito sigue abierto.¡¡¡Uffff!!! En paz descanse. El hostal consiste en pequeños apartamentos en donde metemos hasta la bicicleta. Está todo muy desaliñado pero a mi me parece un palacio. En frente hay una gasolinera y un bar en donde comemos algo. Hay otro a un Km. escaso que visitaremos más tarde para probar el famoso queso cremoso de Casar. Como casi por necesidad. Aun sigo taponado aunque algo menos. Vuelta al palacio y a la piltra. Mañana será otro día.

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